Una de las consecuencias imprevistas de recorrer la ciudad en mi bicicleta es haber recuperado la tercera dimensión: arriba y abajo.
Cuando uno se mueve todo el tiempo en auto o colectivo, que una calle sea en subida o bajada no importa en absoluto. De hecho, ante la pregunta sobre si Buenos Aires es una ciudad “chata” vs. “con elevaciones”, la respuesta del 99,99% de los habitantes sería: lisa como una mesa de billar, salvo la barranca hacia el río, en lugares como Barrancas de Belgrano, Parque Lezama o unas cuadras antes de Leandro N. Alem”.
Mas cuán grande el error. Mis piernas pueden atestiguar.
Solamente de casa al trabajo y de trabajo al hogar, les puedo decir que Coronel Díaz – Honduras es una bajada pronunciada. Se nivela hasta cruzar Scalabrini Ortiz, donde vuelve a bajar fiero, hasta llegar a Uriarte, que es mi fin de recorrido. Y en el sentido contrario, Cabrera -hasta llegar a Scalabrini- es una subida hiper fiera que deja sin piernas a Steve Austin, júrolo.
Todos estos detalles, esta relación entre arribas y abajos, se me había escapado completamente hasta ahora. Otra de las cosas buenas de la recumbent.

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