El aire frío del invierno de Carolina del Norte se colaba en las hendijas de estudio de trabajo de los hermanos Wright. No hacía muchos días atrás, Orville había volado en el Flyer I. Wilbur se quedó en tierra, en la helada playa mirando como su hermano menor recorría los 12 metros que -estaban seguros- eran el comienzo de una nueva era en el transporte humano.
Sin embargo, la alegría del éxito ya había quedado atrás.
–¡No es posible, simplemente no es posible! -Orville se agarraba la cabeza sobre el tablero de diseño-. ¡Probé todas las combinaciones, ninguna parece funcionar!
Wilbur siempre tomó a risa las explosiones de frustración de su hermano menor, aunque esta vez sabía que tenía razón en sentirse frustrado.
–Calma, muchacho, calma -dijo Wilbur mientras cargaba con parsimonia el tabaco de su pipa-. ¿Estas seguro de que probaste todas las combinaciones?
–Todas y cada una, todas y cada una -marcaba Orville con el dedo indice, como si su dedo fuera un punzón contra los planos-. Intenté incluso basarme en algunas ideas del mundo naval, de los trasatlánticos. Después de todo, algunos elementos en común tienen con lo nuestro.
–Cierto, cierto -asentía Wilbur-. Pero tiene que existir una combinación que estemos pasando por alto, alguna solución que se nos esté escapando.
–Ojalá fuera así, Wilbur, ojalá fuera así. Pero no lo veo, simplemente no veo como. Con sólo tres posibilidades, las iteraciones no puden ser infinitas. Inevitablemente siempre tendremos que elegir entre dos.
–Pero tal vez, si pudieras acomodar una tercera opción, si expand…
–¡Estas ciego. Wilbur! -disparó Orville tomando de la solapas a su hermano-. Sabes como trabajo, sabes que lo he probado todo, todo -los ojos del joven ingeniero se llenaban de lágrimas-. Y nada parece funcionar.
– Pero… quiero que estemos en claro, Orville. Lo que decidamos aquí afectará el futuro de la navegación aérea, el futuro de miles de personas que algún día surcaran los cielos. ¿Realmente hemos hecho todo lo que podíamos? ¿Me lo puedes asegurar?
–Creéme que sí -dijo Orville Wright dejándose caer en la silla de su escritorio-. Lo probamos todo.
–Entonces -dijo Orville dejando que el humo de su pipa jugara en el aire-, la decisión está tomada.
–Lo sé, lo sé -respondió Wilbur.
–Siempre será carne o pollo, Orville.
–A lo sumo pasta, muchacho. A lo sumo pasta.
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Jajaja Brillante!