Desde hace un tiempo, como parte de mi plan “fitness and technology” (de tech no tiene nada, pero es un nombre cool, no me nieguen) estoy yendo al trabajo en bicicleta.
Lo bueno de vivir en Palermo y de trabajar en Palermo es que el trayecto es, no sólo relativamente corto, sino libre de autos, colectivos, taxis y malandras (por lo menos a las 8:00, hora en que salgo). Claro que el fitness -al menos en mi caso- se contradice directamente con la higiene personal, por lo que lo que hago es salir de casa rumbo al gimasio -a pocas cuadras del trabajo- me ducho y llego caminando prístino, níveo y oliendo a perfumes y fragancias.
Voy al punto:
Durante unas semanas, para reconocer el trayecto, usé una bici prestada por el generosísimo Guillermo Borio. Una bici clásica, normal, de infantería. Y como dijo Conrad: he visto el horror.
¿Quién en su sano juicio puede usar una bicicleta convencional? La posición de manejo es absolutamente contra-ergonómica (y si esa palabra no existe, me la acabo de inventar). Paso a enumerar:
- el peso recae enteramente sobre el perineo. Es decir, que después de
unas cuadras estas acomodando el tujes porque en cada bache, te
recuerda que está allí. - el peso que no está en en la silla, está sobre los brazos y las muñecas.
-
todo el tiempo hay que estar haciendo fuerza “para arriba” con el
cuello y la cabeza. Eso sin contar que los pobres miopes como yo,
tenemos que hacer un esfuerzo extra porque -con la transpiración y la
posición- los anteojos resbalan más que de costumbre y compensamos levantando la cabeza. Ouch.
En resumen: odioso.
Es por eso que, a partir del lunes, vuelvo a mi fiel bicicleta reclinada (mi modelo es exactamente el que ilustra este post).
Alguna de sus glorias:
- la posición de manejo es perfecta, no duele nada.
- nada de fuerza con la cabeza, los ojos estan perfectamente nivelados con la calle.
- es tan llamativa que los autos frenan sólo para verla (“¿viste al loco ese en ese coso?”)
- es tan “rara” que los malhadados no se la afanan.
- es muy agradable para gente como yo, que le encanta hablar con desconocidos, porque todo el mundo pregunta, qué es, cuánto cuesta, dónde se compra, si soy tarado, etc.
Redondeando, si van a comprar una bicicleta, les recomiendo mucho, pero mucho, una reclinada.
Y si alguna máñana me ven por Palermo rumbo al trabajo, peguen un grito que charlamos un rato.
Che, perdón que pregunte… qué es, cuánto cuesta, dónde se compra, sos tarado?
No, la última es en chiste… Pero teniendo tantas obvias ventajas, cuál es tu hipótesis respecto de por qué no se impone masivamente este formato? Existe alguna organización mucho mucho más secreta que la CIA conspirando para que no suceda?
¿Cuánto marca la milla?
mmm… no te veo en ningun tipo de bicicleta… a no ser que sea con motor electrico 🙂